martes, 14 de febrero de 2012

Que cordero !!! Asado



Ya se que estas cosas saben mejor en verano, que un refresquito pues eso para refrescar. Pero os aseguro que en mi casa hace calor aunque se pueda ver nieve por la ventana, así que no hay escusa. El Campari de por si ósea desde siempre ha sido amargo, es un sabor raro, casi diría que se asemeja a una sumisa, con un característico sabor al principio muy marcado, amargo, difícil de asimilar, a la vez que es penetrante y aterciopelado en la boca. Tiene una segunda fase de adaptación, te corteja la complejidad de sus sabores, te invita a descubrir sus misterios, su fragancia, su franqueza y sobre todo su firmeza y aguante en boca. La tercera fase es cuando ya lo has Dominado y te regala esa quietud, ese disfrute permanente, que te ensalza, que te provoca de una forma comedida, frenando las ansias por acabarlo pronto, esa placidez teñida de placer. Pero hay que complicarlo y lo ideal es acompañarlo de tónica, mas amargura, no importa cual siempre y cuando esta tenga abundantes burbujas, no olvidemos que hablamos de un refresquito, unas cortezas de naranja, que lo termine de perfumar, sin aportarle acidez y abundante hielo. Y para ponerlo en su sitio un golpe de vodka, la Roberto Cavalli con todo su glamour, su botella estilizada, que adorna mucho, se acabo, pero la Grey Goose que bebo ahora me gusta mas, que recuerde quien manda y a quien debe agradar. Simple, un aperitivo para disfrutar en trago largo y sorprender.

Receta
En vaso grande con abundante hielo, una corteza de naranja, Campari al gusto, hasta la mitad del segundo hielo, pudiera ser, tónica la que quepa y el golpe de Vodka.


Pero yo venia a hablar del cordero asado, una plato que en apariencia puede ser complicado pero que a la definitiva es muy simple, yo diría que solo hace falta calor, buena materia prima, tiempo y un poco de amor, si es del que te dan, bien, pero mejor aun del que robas. Para la receta necesitaremos cordero, mejor cabrito, la cantidad depende del aperitivo y si hay algún otro plato mas y del hambre de cada uno claro. Unos 350 gramos por persona va bien, un horno seguimos con lo mismo, de leña ideal, pero el de casa sirve también. Una bandeja, una cabeza de ajos entera, unas ramas de romero, excusa para salir al monte, sal y agua, el agua aparte en otro recipiente para que aporte humedad, un buen aceite de oliva se podría usar pero si la carne es buena no es necesario. Encendemos el horno a 120 grados, dejamos que se atempere mientras salamos el cabrito, lo colocamos en la bandeja con la piel hacia abajo, despreocupadamente acercamos también los ajos y las ramas de romero para que vayan soltando su aroma, y metemos debajo de la bandeja el recipiente con el agua. Tardara en hacerse unas cuatro horas, quizás un poco más. A mitad del tiempo se le da la vuelta ósea con la piel hacia arriba y aumentamos hasta 150 grados. Cuando estemos preparados para comer, se sube la temperatura al máximo, el gratinador y se acerca mas a la fuente de calor, en unos minutos la piel dorara y tendremos una exquisita carne asada de dentro hacia afuera, jugosa, sabrosa y delicadamente tierna, con la piel crujiente. No olvidéis que se puede desglasar lo que queda en la bandeja, acercándola al fuego vertiendo agua sobre ella y dejando que se convierta en un excelente jugo. Vendrá bien si sobra y al día siguiente recalentamos la carne, o si a alguno le gusta mojar pan. Que no se nos olvide comprar un buen pan que es lo que menos vale. El vino, un buen tinto, en esta ocasión un Toro Liberalia cabeza de Cuba. Goloso, carnoso, armonico, rojo picota con borde violaceo, sabor a frutos negros maduros, persistente, toque mineral y madera, regusto tostado, potente y equilibrado.


Y para terminar unas fresas claro ;))) Que dan mucho juego a la hora de comerlas. Feliz día